Cuando hablamos de prevención y tratamiento de la salud física, no todas las personas el mismo comportamiento. Algunas acuden a chequeos regularmente, a pesar de no tener molestias. Otras consultan cuando aparece algún síntoma o molestia leves. El resto solo piden ayuda cuando ya la dolencia está muy avanzada, y está generando mucho sufrimiento y preocupación. En los dos primeros casos, posiblemente la situación se supere fácilmente, mientras que, para el último grupo, las cosas se pueden complicar.
Lo mismo sucede con la SALUD MENTAL de niños y adolescentes. En todos mis años de experiencia he visto unos casos MUY aislados de papás que consultan solo para saber “si todo está bien” con sus hijos. Otro grupo, no muy numeroso tampoco, que buscan ayuda u orientación cuando se presentan las primeras señales de que algo con alguno de sus hijos no anda bien, o cuando requieren asesoría para manejar algún evento que pueda llegar a afectar la salud mental de estos, o que pueda impactar de manera negativa la vida familiar.
Desafortunadamente la gran mayoría de papás solo consultan cuando la dificultad que se está presentando con alguno de sus hijos ya ha tomado grandes proporciones y se ha perdido tiempo muy valioso. Se podría decir que, tratándose de niños y adolescentes que no han vivido mucho, nunca es tarde para buscar ayuda. No es del todo cierto. Por jóvenes que sean, si hay demora en la ayuda, sí puede haber consecuencias a corto y largo plazo.
Cuando hago el ejercicio de tratar de entender por qué no tenemos dentro de nuestro oficio la posibilidad de realizar un mayor trabajo preventivo, encuentro estas explicaciones:
Los papás temen enfrentar la realidad de que de pronto haya algo que no esté bien con su hijo(a), y entran en un proceso de negación.
Otros ven y aceptan la realidad, pero suponen que van a ser juzgados y/o culpabilizados en su rol parental.
Y otros más, esperan a que lo que está sucediendo sea algo transitorio, y se solucione con el tiempo.
Los colegios, que son quienes podrían prender las alarmas, a veces no lo hacen.
Pero la mayor parte de la población no acude de manera preventiva porque no conocen cuales son las situaciones en las que podrían obtener orientación, o no tienen las herramientas para determinar cuáles de los comportamientos o señales que empiezan a mostrar sus hijos, ameritan una consulta.
Por eso quiero intentar hacer una lista de motivos por los que ustedes papás deberían considerar la posibilidad y darse la oportunidad de recurrir a algún profesional en Salud Mental infantil y/o de adolescentes de manera preventiva:
Inminente llegada de la adolescencia o desconocimiento del manejo de las situaciones que se presentan en esta etapa
Separación de los padres
Cualquier tipo de duelo (muerte de algún ser querido, traslado de ciudad o país, cambio de colegio, entre otros)
Dificultades de comportamiento o disciplinarias, ya sea en la casa o en el colegio
Bajo rendimiento académico
Actitud sospechosa frente a la comida
Agresividad en sus relaciones interpersonales o consigo mismo
Impulsividad marcada o hiperactividad
Excesiva timidez o retraimiento, que afectan las interacciones sociales
Baja autoestima, apatía frente a las actividades diarias, tristeza injustificada
Escasa o nula actividad social, evitar ir a fiestas o a cualquier evento grupal
Cuando es el mismo hijo o hija, quien manifiesta el deseo de hablar con alguien.
La lista podría ser mucho mayor, pero quise incluir las que considero son las señales de alerta más significativas.
Y un último mensaje: ASI COMO EN LA SALUD FISICA, EN LA SALUD MENTAL, EL TIEMPO VALE ORO. NO DUDEN EN CONSULTAR. NINGUN TERAPEUTA ETICO LOS VA A JUZGAR NI A CULPABILIZAR. ESTAMOS PARA AYUDARLES EN SU LABOR DE SER PAPAS CON LOS CONOCIMIENTOS QUE NOS APORTA NUESTRA PROFESIÓN.
